La diversificación es un método o estrategia para reducir el riesgo de nuestra cartera mediante la inversión en activos que reaccionen de forma desigual a posibles futuros escenarios, con la finalidad de evitar que se produzcan situaciones extremas en nuestra cartera. Por lo tanto, diversificar sería, de forma coloquial, no poner todos los huevos en una misma cesta para que, en caso de que se caiga, no se nos rompan todos.
Hablar de diversificación nos obliga a entender el concepto estadístico “correlaciones”, porque una correcta diversificación busca construir una cartera de inversión cuyos activos NO estén altamente correlacionados entre sí. Cuando la cotización de dos activos se mueve en la misma dirección y en la misma proporción, decimos que los activos están correlacionados, de manera que la volatilidad de la cartera en su conjunto es muy alta. Por lo tanto, como norma general, cuanto menos correlacionados estén los activos que integran nuestra cartera, mejor. Esto es lo mismo que decir que es importante tener una cartera diversificada.
Este es el fundamento básico que defiende un grande en inversiones como es Peter Lynch. Frente a él, otro grande; Warren Buffet, señala que: “La diversificación es la protección contra la ignorancia. Tiene muy poco sentido para aquellos que saben lo que hacen”. Warren Buffet, por lo tanto, critica abiertamente la diversificación. Veamos con un ejemplo la postura de este gestor:
Consideremos un grupo de 5 acciones que, según nuestro análisis, son las únicas 5 seguras e infravaloradas. Si queremos diversificar, quizás queramos invertir en otras 10 o 15 acciones simplemente para distribuir el riesgo de nuestra cartera. Esto significaría que esas 5 acciones sobre las cuales estábamos relativamente seguros, se han convertido en el 25% de su cartera, mientras que el restante 75% de nuestra cartera está invertido en “inseguridades” o en inversiones sobrevaloradas.
Por lo tanto, ¿Diversificación sí o diversificación no?
Estamos de acuerdo con Warren Buffet cuando critica la diversificación señalando que una persona probablemente solo tenga una o dos ideas “buenas” en su vida y bajo esta premisa, diversificar supondría ampliar el número de posibles errores. En general, el inversor exitoso es especialista en un sector y apuesta su capital en él, ya que lo conoce, lo domina y lo ha backtesteado largo y tendido.
No obstante, y siendo realistas, la experiencia indica que hay algunas personas que ni siquiera tienen una o dos buenas ideas respecto a inversiones. Como bien explica Tomás García-Purriños en una de sus publicaciones: “No todo el mundo comienza con una sastrería y termina creando Inditex. Es más, hay personas que ni quieren ni tienen por qué aceptar ese reto, de lo contrario todos seríamos Sergey Brin, Larry Page o Amancio Ortega. Y no pasa nada por ser quién eres, porque puedes ser igual o más feliz que ellos. Pero también podemos serlo menos, sobre todo si no nos aceptamos tal y como somos”.
Luego, a pesar de que para algunos (pocos) gestores, la opción de diversificar no sea la más adecuada, para el resto de inversores sí lo es y no por ello son unos descerebrados, porque al final, quien manda es la ciencia. Y la ciencia matemática manifiesta que, incrementando el número de productos, es decir, diversificando, podemos estrechar el riesgo para obtener la misma rentabilidad. Esto es así, e ignorarlo es prescindir de la teoría moderna de selección de cartera (también llamada teoría moderna del portafolio), una de las herramientas con más aceptación académica para la cuantificación del riesgo y rentabilidad de los activos.
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